jueves, 29 de marzo de 2012

La Telesita

La Telesita es una de las historias más populares de Santiago del Estero. la joven Telésfora Castillo, murió calcinada en los montes de Figueroa, pero que aún sigue apareciéndose en esos lugares, igual no se asuste porque es generosa y hasta puede concederle un deseo a cambio de que usted baile en su honor...

Entre los tantos mitos y leyendas del campo, la de “La Telesita” es una de las más difundidas, especialmente entre las personas que viven y trabajan en los montes de Santiago del Estero y Chaco. Cuenta la historia que Telésfora Castillo vivía en los montes del departamento de Figueroa, en Santiago del Estero, era muy pobre, por eso “la Telesita” siempre andaba descalza y en harapos, eso si le gustaba bailar y no se perdía ninguna fiesta, los pueblerinos ya estaban acostumbrados a ver su danza en cada fiesta del pago.

LA HISTORIA

Un día de invierno, cuando el frío era estremecedor, Telesita, vio a lo lejos, en lo profundo del monte el resplandor de una fogata. Ella era muy inocente, por lo que se acercó al fuego para calentar su cuerpo, pero no midió las consecuencias. Se posó sobre un grueso tronco seco que estaba caído. Algunos árboles estaban quemándose y de repente una llamarada proveniente de un arbusto encendió su precario vestido. Pronto el fuego se apoderó de su cuerpo y se echó a correr, hasta que el fuego la consumió. La gente del pueblo se extraño porque esta muchacha amante del baile no concurrió esa noche a uno que se hacía. Al otro día la encontraron quemada y todos la lloraron.

EL MITO Y EL RITO

Esa es la historia, pero también existe un mito y una tradición entorno a esto. Dicen, que su alma, suele aparecer furtivamente cerca de las rancherías de los peones que trabajan en los montes, lo que busca es compañía y dicen que esta mujer joven y bella tiene una inmensa bondad, pero a su vez es presa de un inmenso dolor y tiene la mirada perdida. Como es un “alma bondadosa”, muchos creen en sus milagros, por lo que realizan “las telesiadas” para obtener sus favores. Estas “telesiadas” son bailes que se hacen en su honor en los que abunda el vino y la aloja y se baila hasta el amanecer (recprdemos que ella era adepta a los bailes).

LAS TELESIADAS

Las “Telesiadas” además son todo un rito, primero se le debe hacer una petición a la Telesita. Para obtener respuestas, el promesante debe beber siete copas de alguna bebida alcohólica por ella, luego tiene que bailar siete chacareras en su memoria, mientras sigue tomando, hasta que se consumen las siete velas encendidas en un altar previamente preparado dentro de un rancho. Recién una vez consumidas las siete velas, comienza la algarabía general, llena de alcohol, empanadas, asado y al ritmo de guitarras, bombos, bandoneones y violines que tocan gatos, escondidos, malambos, zambas y chacareras, acompañados por el estruendo y la humareda de los cohetes.

Fuente: Historias de mi Tierra, "Nuestras raíces"

Mitología Colla o Aymara

Mitología Colla o Aymara
RITUAL DE LA PACHAMAMA 1


Es, probablemente, la más popular de las creencias mitológicas del ámbito incaico que aun sobreviven con fuerza en algunas regiones del Noroeste Argentino (NOA) y muy especialmente en Jujuy. La difusión del mito usa como vehículo las lenguas quichua y aimara. Cuando llegaron los españoles, la Pachamama ya era una leyenda en el folklore incaico, lo cual indica que su origen hay que buscarlo en las comunidades agrícolas del occidente sudamericano.
El primero de agosto es el día de la PACHAMAMA. Ese día se entierra en un lugar cerca de la casa una olla de barro con comida cocida. También se pone coca, YICTA, alcohol, vino, cigarros y chicha para carar (alimentar) a la Pachamama. Ese mismo día hay que ponerse unos cordones de hilo blanco y negro, confeccionados con lana de llama hilando hacia la izquierda. Estos cordones se atan en los tobillos, las muñecas y el cuello, para evitar el castigo de la Pachamama.
Hoy se da este nombre a la tierra en un concepto deificado. Es la Madre Tierra, como la representación del dios del bien, ella que nos demuestra generosidad en todo sentido, haciendo mudar los frutos u ofreciéndonos los minerales y riquezas guardadas en su seno.
A esta deidad periódicamente se le rinde pleitesía mediante el acto ritual denominado Challa, en afán de reparar con este rito la acción humana de hollar en su seno, al mismo tiempo se agradece los bienes que nos ofrece para nuestro sustento o las riquezas que guardaba en su seno, pidiendo que no deje de favorecernos.
La Pachamama es por lo tanto la diosa femenina de la tierra y la fertilidad; una divinidad agrícola benigna concebida como la madre que nutre, protege y sustenta a los seres humanos. La Pacha Mama vendría a ser la diosa de la agricultura comunal, fundamento de toda civilización y el Estado Andino.

1- ¡Pachamama kusiya... kusiya...!
(Oración que hacen los kollas al ofrendarle algo.)


PACHAMAMA:


La
Pachamama es una creencia que viene del antiguo imperio Inca y aún se mantiene en el noroeste de argentina, es la creencia mas difundida de los andes de toda América del Sur. Pachamama es una palabra quechua que significa Madre Tierra. Los kollas ofrendan a esta diosa comida,vino,chicha(cerveza de maíz),papas... esta ceremonia se denomina como 'corpachada'. También se hacen las 'apachetas' que son unos montículos de piedra que forman las personas que la ofrendan dando una piedra por cada vez que lo hagan .


EL FIN DE LOS HUMAHUACAS

Cuenta la leyenda que hace mucho, mucho tiempo los indios humahuacas vivían sin privaciones en las tierras de su quebrada , en la provincia de Jujuy, al norte de Argentina. Y se dicen que éstas eran tan verdes y fértiles como lo es hoy la Pampa, y que en sus terrazas crecía el maíz como crece la hiedra a la sombra de los árboles. Como no era tan duro el trabajo, y su fruto abundante, los dueños de esa tierra podían vivir en paz y alegría, que les enviaba la Pachamama en fiestas interminables. Pero también se dice que las cosas seguirían así si no fuera por la envidia y codicia de los diaguitas y calchaquíes, y la belleza de Zumac Huayna.
Calchaquíes y diaguitas se aliaron un día y decidieron conquistar la tierra humahuaca. Hubo largas reuniones secretas, planes y contraplanes. Sin embrago,lo único que obstaculizaba sus planes era el gran jefe humahuaca, que sabía cómo convertir de golpe en un ejército a las familias campesinas. Las dos tribus aliadas prepararon, entonces, sus arcos y sus flechas, sus hondas y sus piedras y, sobre todo, prepararon a Zumac, la más linda de las jóvenes, que además de ser hermosa, estaba convencida de ello.
Llegado el gran día, Zumac se acercó hasta las casas humahuaqueñas como si fuese una india perdida. Al verla, las mujeres del poblado se apiadaron de ellaofreciéndole cobijo. Más tarde, durante la fiesta, Zumac conoció al jefe y a partir de ese momentoambos compartirían un mismo olor. Al anochecer, cuando todos dormían, las tribus aliadas atacaron sorpresivamente, evitando así a la defensa de los humahuacas. Ni los que huyeron de sus casas, ni los que intentaron buscar sus armas, ni los que se escondieron, ni uno solo pudo escapar de la masacre. El mismo jefe murió como uno más. Pero antes maldijo a sus enemigos y les auguró que no les serviría de nadasu victoria.
Y así fue. Al día siguiente, cuando el sol iluminó la quebrada, el pueblo y los cultivos habían desaparecido. La tierra se había secado, volviéndose arenosa y estéril, y estaba extrañamente teñida de rojo, de morado, de rosa... En vez de cadáveres sobre las laderas entre las piedras y el polvo había brotado una planta desconocida. Miles de cardones, con sus verdes brazos espinosos, poblaron las cuestas, los pasos y las cimas...
Hoy se levantan desafiantes cual únicos pobladores del desierto.Y en primavera, bajo el cielo más azul, dejan salir de entre sus espinas increíbles flores amarillas, blancas y rojas que, según dicen, son las almas de los desaparecidos indios humahuaqueños.


LA LEYENDA DEL ALGARROBO

Era en tiempos de los Incas. Los quichuas adoraban con las principales honras a Viracocha, señor supremo del reino. También adoraban a Inti, a las estrellas, al trueno y a la tierra. Conocían a esta última con el nombre de Pachamama, que es como decir "Madre Tierra" y a ella acudían para pedir abundantes cosechas, la feliz realización de una empresa, caza numerosa, protección para las enfermedades, para el granizo, para el viento helado, la niebla y para todo lo que podía ser causa de desgracia o sinsabor. Levantaban en su honor altares o monumentos a lo largo de los caminos. Los llamaban apachetas y consistían en una cantidad de piedras amontonadas unas encima de las otras, formando un pequeño montículo. Allí se detenía el indio a orar, a encomendarse a la Pachamama, cuando pasaba por el camino al alejarse del lugar por tiempo indeterminado o simplemente cuando se dirigía al valle llevando sus animales a pastar. Para ponerse bajo la protección de la Pachamama, depositaba en la apacheta, coca, o cualquier alimento que tuviera en gran estima, seguro de conseguir el pedido hecho a la divinidad. Respetuoso de la tradición y de las costumbres, el pueblo quichua jamás había olvidado sus obligaciones hacia los dioses que regían sus vidas. Pero llegó un tiempo de gran abundancia en que los campos sembrados de maíz eran vergeles maravillosos que daban copiosa cosecha, la tierra se prodigaba con exuberancia y la ociosidad fue apoderándose de ese pueblo laborioso que, olvidando sus obligaciones, abandonó poco a poco el trabajo para dedicarse a la holganza, al vicio y a la orgía. Se desperdiciaba el alimento que tan poco costaba conseguir, y con las espigas de maíz, que las plantas entregaban sin tasa, fabricaban chicha con la que llenaban vasijas en cantidades nunca vistas. Fue una época sin precedentes. El vicio dominaba a hombres y mujeres. Ellos, en su inconsciencia, sólo pensaban en entregarse a los placeres bebiendo de continuo y con exceso, comiendo en la misma forma y danzando durante todo el tiempo que no dedicaban al sueño o al descanso. Los depósitos repletos proveían del alimento necesario y nadie pensó que esa fuente, que les proporcionaba granos y frutos en abundancia, se agotaría alguna vez. El desenfreno continuaba y nada había que llamara a ese pueblo a la reflexión y a la vida ordenada y normal. Llegó la época en que se hacía imprescindible sembrar si se pretendía cosechar, pero nadie pensaba en ello. Inti, entonces, al comprobar que el pueblo desagradecido olvidaba los favores brindados por la Pachamama, queriendo darles su merecido, resolvió castigarlos. Con el calor de sus rayos, que envió a la tierra como dardos de fuego, secó los ríos y lagunas, los lagos y vertientes y, como consecuencia, la tierra se endureció, las plantas perdieron sus hojas verdes y sus flores, los tallos se doblaron y los troncos y las ramas de los árboles, resecos y polvorientos, parecían brazos retorcidos y sin vida. En los géneros aún quedaban alimentos, y en los cántaros, chicha. ¿Qué importancia tenía, entonces, para esas gentes, que las plantas se secaran y que el río hubiera dejado de correr, y seco y sin vida, mostrara las paredes pedregosas de su lecho? Mientras durara la chicha no podría desaparecer la felicidad ni la alegría. Pero un día llegó en que, con asombro, comprobaron que los graneros no eran inagotables y que, para servirse de sus granos y de sus frutos, era necesario depositarlos primero. El alimento comenzó a escasear, y con ello las penurias, la miseria y el hambre hicieron su aparición.Recapacitaron entonces los quichuas, decidiendo volver a trabajar los campos y a sembrarlos.Pero el castigo de Inti no había terminado y la tierra, cada vez más reseca y dura, no se dejaba clavar los útiles con que pretendían labrarla, y así era imposible poner la semilla. La desolación y la miseria fueron soberanas de ese pueblo que, en un instante, olvidó las leyes de sus dioses y sus obligaciones con la vida. Los animales, flacos, sin fuerzas, morían en cantidad y parecía mentira que esos campos, que al presente se asemejaban al más desolado de los páramos, hubieran podido ser, alguna vez, praderas alegres cubiertas de hierbas y de árboles o de extensas plantaciones de maíz, en las que los frutos se ofrecían generosos. Los niños, pobres víctimas inocentes de los pecados y de la disipación de los mayores, débiles, flacos, con los rostros macilentos, los ojos grandes y desorbitados, verdaderos exponentes de miseria y de dolor, sólo abrían sus bocas resecas para pedir algo que comer. Los más débiles morían sin que nadie pudiera hacer algo por ellos. El sol caía a plomo. De una de las casas de piedra que se hallaban en los alrededores de la población, una mujer salió, corriendo desesperada. Era Urpila que, enloquecida porque sus hijos morían de hambre y de sed , arrepentida de las faltas cometidas en los últimos tiempos, demostrando a todos su vergüenza, su pecado y su olvido de Inti y de la Pachamama, corría a la primera apacheta del camino a pedir protección a la Madre Tierra y a depositar su ofrenda de coca y de llicta, últimas porciones que había podido conseguir. Llegó a la apacheta y, casi sin fuerzas, comenzó a implorar:Pachamama,Madre Tierra,Kusiya... Kusiya... Lloró y se desesperó ante el altar de la diosa, prometiendo enmienda y sacrificios.Extenuada, sin fuerzas para continuar, se sentó en el suelo, apoyando su cuerpo cansado en el tronco de un árbol que crecía a pocos pasos y cuyas ramas secas parecían retorcerse en el espacio. Tan grande era su fatiga, tanta su debilidad, que, vencida, bajó la cabeza y no tardó en quedarse profundamente dormida. Tuvo sueños felices. La Pachamama, valorando su arrepentimiento, llenó su alma de visiones de esperanza y acercándose a ella, con toda la grandeza que como diosa le concernía, le habló generosa:No te desesperes, mujer. El castigo ha dado sus frutos y el pueblo, arrepentido como tú misma de su ocio y desenfreno, retornará a su existencia anterior, que es la justa, la verdadera. La vida renacerá sobre la tierra que volverá a brindar sus frutos y su belleza.Cuando despiertes, y antes de irte, abre tus brazos y recibe las vainas que ha de regalarte este "Arbol", desde hoy sabrás. Que las coman tus hijos y los hijos de otras madres, que con ellas calmarán su hambre y apagarán su sed. Tu humildad y tu arrepentimiento han hecho posible este milagro que Inti realiza para ti. Cuando Urpila despertó, creyó morir, tal era su decepción. El aspecto de la tierra en nada había variado y la visión había desaparecido. Se convenció de que su sueño había sido sólo eso: un sueño. Pero, recapacitando, volvieron a su mente las palabras de la Pachamama y recordó al "Arbol". Levantó entonces sus ojos hacia las ramas que parecían secas, y tal como la diosa lo anunciara, las vainas doradas se ofrecían a su desesperación como una esperanza de vida. Cambió en un instante su estado de ánimo dándole fuerzas extraordinarias. Se levantó ansiosa y cortó... cortó los frutos generosos hasta que entre sus brazos no cupieron más.Entonces corrió al pueblo, hizo conocer la nueva y todos se lanzaron a buscar las milagrosas vainas color castaño, mientras ella repartía entre sus hijos el tesoro que encerraban sus brazos de madre y que le había concedido la Pachamama. El pueblo volvió a la vida y veneró desde entonces al "Arbol Sagrado" que fue su salvación y que ha partir de ese día les brinda pan y bebida que ellos reciben como un don.Ese árbol venerado es el algarrobo, que tiene la virtud, además de las nombradas, de ser, en tiempos grandes sequías, el único alimento de los animales.
Fuente: Leyenda recopilada por Leonor Lorda Perellón.


EKEKO

No falta en casi ningún hogar boliviano o de origen boliviano, la representación contemporánea de este Dios menor de la mitología aimara llamado “Ekeko”. Es un muñequito bien vestido, cargado de objetos suntuosos y billetes de banco. Sobre sus hombros lleva ollas de plata, collares de oro, pequeños bolsas de coca, como símbolo de opulencia. Su rostro eufórico denota la alegría del que todo lo tiene. Sus facciones no son las de “Cholo” o indio del altiplano, sino que parecen actualizadas con finos bigotes al mejor estilo de los galanes cinematográficos de los años treinta. Es el Dios de la abundancia.
De vez en cuando, en las engalanadas caravanas de automóviles que acompañan a los templos a las parejas de novios de origen boliviano, se lo ve infaltable sobre la carrocería de vehículos cubiertos de punta a punta por vajillas de plata, ponchos de vicuña, mantas cochabambinas, monedas y dinero de todo tipo entre cintas multicolores, flores y cuadros de los santos preferidos, ornato que representa los augurios de los invitados para los contrayentes.
Hoy todos se refieren a él bromeando (indígenas incluidos) pero, por “esas cosas”, es un penate siempre presente en un lugar destacado de la vivienda, que recoge el anhelo de sus moradores por una vida más placentera, sin angustias económicas.
Idolillos que traen fortuna son comunes en numerosas mitologías de todo el mundo, pero lo que provoca curiosidad es el atuendo moderno con que la imaginería popular viste a este Dios menor precolombino.
Abundancia, amor afortunado, virilidad, fertilidad y en síntesis, felicidad; dones del idolillo que da sin enajenar libertad o moral alguna: ¡ Por fin un Dios realmente Generoso !

Fuente: http://noroestedeargentina.blogspot.com.ar

lunes, 19 de marzo de 2012

Limay, Neuquén y Raihué


La leyenda cuenta que Neuquén y Limay, grandes amigos, eran hijos de loncos (caciques) que tenían sus toldos, uno hacia el norte y otro hacia el sur.

Los jóvenes solían salir juntos de cacería. Un día, mientras andaban detrás de un guanaco, escucharon una dulce voz que provenía del Huechulafken (Lago Alto). Se trataba de una joven muchacha, tan bella y hermosa que ambos amigos se enamoraron en el acto de sus largas trenzas morenas y sus expresivos ojos. Limay fue quien se atrevió a preguntarle a la joven como se llamaba y así supieron que su nombre era "Raihué", palabra mapuche que significa algo así como "capullo en flor".

El amor apasionado por la hermosa muchacha comenzó a distanciar a los dos amigos al punto que sus padres finalmente lo notaron. Entonces buscaron encontrar una solución tratando de evitar herir susceptibilidades. Así, los loncos se pusieron de acuerdo en ir a visitar a la machi para pedirle consejo.

La machi advirtió a los loncos sobre el origen del distanciamiento entre sus hijos y les aconsejó que pusieran a prueba a los jóvenes.

Siguiendo esta sugerencia, los caciques le preguntaron a Raihué qué es lo que más le gustaría tener. Y la joven dijo que deseaba una caracola para escuchar el rumor de las olas al acercarla s su oído. Entonces los loncos pensaron que el desafío era justo y decidieron que el primero de los jóvenes que llegara a Futalafken y consiguiera aquel regalo sería el que se casaría con la muchacha y de esta forma, se pondría fin a la disputa.

Siguiendo el consejo de los dioses, los jóvenes fueron convertidos en ríos por la machi de manera tal que cada uno desde su "mapu" en el norte uno y en el sur, el otro, pudieran alcanzar el mar tras un largo y arduo viaje.

Y todo hubiera resultado de acuerdo a lo planeado sino fuera porque Cüref, el viento, se hubo sentido ofendido por no haber sido consultado. Entonces, tomando revancha, susurraba al oído de la muchacha que las estrellas que seducen a los jóvenes, esclavizarían a Neuquén y a Limay de modo tal que nunca más volvería a saber de ellos.

Poco a poco, el corazón de Raihué se fue marchitando de angustia y de dolor ante estos mensajes insinuantes. Y asi fue pasando el tiempo y como ninguno de sus enamorados regresaba, se dirigió a la orilla del Lago Alto donde todo había comenzado y se ofreció a Nguenechén, el dios Todopoderso y le ofreció su vida a cambio de la salvación de los jóvenes. El dios le concedió el deseo y la convirtió en una hermosa panta de frutos dulces y flores pulposas: el michay (calafate).

Cüref, el viento, no satisfecho aún, fue a contarles a los jóvenes lo que había sucedido con la muchacha. Y sopló, y sopló para desviar el curso a fin de darles la noticia a los dos juntos. Y cuando Limay y Neuquén se enteraron de que Raihué había muerto, se abrazaron para consolarse mutuamente y unieron sus aguas para siempre. Y los dos fundieron sus aguas rumbo al mar, vestidos de luto y dando origen al caudaloso Río Negro.

La caja del buen sueño

Subcomandante Marcos

Ojarasca/La Jornada

Cuentan nuestros más antiguos que los primeros dioses, los que nacieron el mundo, lo habían hecho casi cabal. Con eso querían decir que lo hicieron casi parejo, no había quien estaba arriba y quien abajo, la tierra no tenía propiedad, no tenía quien la mandara, ni papel que la dividiera ni dinero que la corrompiera. Y cuentan nuestros más antiguos que esos dioses primeros hicieron también a los primeros hombres y mujeres, los hombres y mujeres del maíz, y que desde entonces el maíz fue sagrado para estos hombres y mujeres, los primeros que poblaron estas tierras.

Pero cuentan también que esos primeros dioses se cansaron, se hicieron a un lado y se descansaron porque habían trabajado mucho para hacer al mundo y para hacerlo cabal. Y llegaron otra vuelta otros dioses y otros y otros mientras el mundo seguía caminando como de por sí debe caminar, por abajo.


Y cuentan también que llegó un día en que unos de esos dioses, unos de los más primeros, entraron en gran alboroto y bulla porque algo habían encontrado y llamaron a reunión, a asamblea, a los hombres y mujeres de maíz. Ya que estaban reunidos les dijeron: "hay un problema, resulta que a los primeros dioses se les olvidó decirles que iba a llegar el engaño a poblar estas tierras". Empezaron a explicar estos dioses que iba a llegar un día el dinero y que con él, el poder iba a sembrar el engaño por toda la Tierra. "Ese día", dijeron esos dioses, "la noche se va a alargar por muchos años, por siglos. Cuando llegue el engaño del dinero a poblar la Tierra nada será lo que parece. Habrá engaño y parecerá que es verdad, habrá quien se diga originario de estas tierras y se venda al poderoso, habrá quien use nuestro canto, nuestra lengua, nuestro vestido, para simular que bajamos la cabeza delante del dinero. La noche será noche y el día también será noche, pero el engaño nos hará creer que ha cambiado. Y el engaño mayor que sembrará el poder del dinero será hacernos creer que siempre fue así y que nunca va a cambiar y en ese engaño vivirán mucho tiempo los hombres y mujeres de maíz, lo que nosotros llamamos los pueblos originarios de estas tierras, y así como el maíz en la sierra Huichola tiene muchos colores, también los pueblos y las pieles de las personas tendrán muchos colores, pero este engaño reinará sobre todos y todos pensarán que es verdad lo que es mentira. Durante mucho tiempo estará esto y grande será el dolor de nuestra gente y mucho llorarán nuestras mujeres, nuestros hombres, nuestros mayores y nuestros pequeños".


Quedaron todos callados los hombres y mujeres del maíz. Los dioses dijeron que nada podían hacer. Empezó una gran bulla en la asamblea de los hombres y mujeres de maíz. Que ahora qué iban a hacer, que cómo iban a saber cuándo iba a llegar el día en que el engaño iba a poblar la Tierra e iban a empezar el dolor y el sufrimiento para los hombres y mujeres de maíz. Los dioses dijeron que no sabían mero el día y no sabían tampoco cómo podían librarse de esa maldad que iba a llegar sobre la tierra, pero que algo podían hacer.


Hicieron un plan: "cuando llegue ese día del engaño y la noche sea larga y el día sea una mentira querrá decir que el día se ha cansado, que el sol ha quedado dormido y habrá que despertarlo. Para despertarlo se necesita el buen sueño, la buena memoria y el ánimo de lucha".


"Nosotros", dijeron los dioses, "lo que podemos hacer es ayudarles para que cuando llegue ese día sepan qué hacer". Y entonces, en la asamblea de esos hombres y mujeres de maíz, se sacó el acuerdo de qué iban a hacer los guardianes, los vigilantes para cuando esa noche llegara.


"El problema no es la noche", dijeron los dioses, "el problema es no dejarse engañar y no creer que es eterna, que nunca va a acabar. Para eso necesitan guardar el buen sueño donde el sol vuelve a nacer y donde vuelve a crecer el día pero ahora con verdad. Entonces, el mundo vuelve a ser parejo".


"¿Cómo vamos a hacer entonces?", dijeron los hombres y mujeres de maíz, y los dioses les respondieron, "elijamos entre ustedes a los más firmes, a los más valientes, a los más sabios, entonces a ellos les entregaremos el buen sueño del mañana cuando llegue esa noche". Inmediatamente los hombres que estaban en la asamblea dijeron "yo", "no, yo", y empezaron a pelear entre ellos a ver quién era el más valiente, el más firme y el más sabio.


Los dioses dejaron que se estuvieran peleando un tanto en la asamblea y por fin dijeron, "si nos dan oportunidad, podemos decirles quiénes son los más fuertes, los más valientes y los más sabios entre ustedes". Como no llegaban al acuerdo entre ellos dijeron, "está bien, que digan los dioses quiénes son".


Entonces los dioses eligieron a un anciano y una anciana y dijeron: "estos son los más fuertes, los más sabios y los más valientes de esta comunidad y les vamos a guardar el sueño en la piel para que llegado el día que haya que despertar los hombres y mujeres de maíz no olviden cómo debe ser el mundo cuando sea".


Se presentaron el anciano y la anciana frente a los dioses y trataron de meter el buen sueño en la morraleta y no cabía, lo trataron de meter en la bolsa del pantalón o en la camisola y tampoco cabía, lo trataron de cargar en las manos y no cabía y no sabían cómo hacer para guardar el buen sueño que iba a hacer que amaneciera de nuevo y entonces los dioses dijeron que es en la piel donde deben tenerlo, y dijeron: "a partir de ahora los ancianos y las ancianas llevarán la memoria del buen sueño para cuando amanezca". Y empezaron a ponerles en la piel, del rostro, de las manos y de todo el cuerpo ese buen sueño para que cupiera, y para que nadie supiera que ahí lo tenían aparecieron las arrugas en la gente mayor, que en realidad las arrugas que se tienen en la cara, en las manos y en el cuerpo guardan este buen sueño para recordarlo.


Cuando hicieron la cuenta dijeron que no bastaba, que era necesario también saber cuándo había que despertar. Los dioses ofrecieron entonces que alguien guardara el buen recuerdo y volvieron a pedir al más sabio, al más valiente y al más fuerte de la asamblea. Volvieron a pelear los hombres a ver quién era mejor, no llegaron a ningún acuerdo y le preguntaron a los dioses quién de ellos era el mejor, el más fuerte, el más valiente y el más sabio. Y los dioses eligieron a una mujer. "Ésta es la más valiente, la más fuerte y la más sabia de entre ustedes" y para que llegue el recuerdo del sueño que hay que despertar, lo pusieron en sus cabellos. Desde entonces, dicen los antiguos, las mujeres y los hombres de maíz reconocen en las mujeres indígenas a las más sabias en aquellas que trenzan su pelo. Es en la trenza donde se guarda este sueño por el que hay que despertar.




Cuando ya estaban por despedirse los primeros dioses que ya habían encargado en los ancianos y en las mujeres indígenas la caja donde se iban a guardar el buen sueño que iba a volver a nacer el nuevo mundo, les contaron la historia de cómo iba a ser, de cómo iba a llegar el poderoso, de qué color iba a ser su piel, lo que iba a hacer, cómo iba a sembrar el engaño, cómo muchos de nosotros, los indígenas, iban a venderse, cómo la mayoría se iba a mantener firme, cómo debía cuidarse la tierra porque en ella estaba el futuro y la vida de cada quien. Cómo iba a llegar el poderoso a ofrecer más engaños, cómo iba a llegar a decir que siempre habíamos estado así, cómo nos iba a vender y nosotros íbamos a comprar que nosotros como pueblos indios somos menos, menos sabios, menos fuertes, menos hábiles, menos personas, casi animales.


Dijeron que iba a llegar ese día y ese día llegó junto con los españoles cuando conquistaron estas tierras. Desde entonces, aunque hubo Independencia, aunque hubo Revolución, nosotros como pueblos seguimos siendo tratados con desprecio por nuestra lengua, por nuestro color, por nuestra estatura, por nuestra forma de ser. Y desde entonces algunos miembros de los pueblos indios se venden al de arriba y venden junto con ellos y con su alma nuestras danzas, nuestros colores, nuestras fiestas y nuestra lengua.




*****


En este tiempo que hemos caminado por los caminos de nuestra patria que es México y que hemos encontrado con pueblos indígenas, hemos tratado de decir y de escuchar esta historia de dolor. En todas partes hemos encontrado lo mismo, la misma indignación y la misma rabia porque nuestros derechos no son respetados, pero ahora hay algo nuevo. Ahora estamos enfrentando la destrucción de nuestras tierras, el despojo de lo que nos pertenece, de lo que nos dieron a guardar y a cuidar.


Dicen en las montañas de este país los hombres más viejos y las mujeres, que es necesario que la noche termine, que hay que destrenzar el pelo, que hay que hurgar en las arrugas y que hay que hablar ahora del buen sueño, que es necesario ya que acabe la noche del engaño que nos vendieron y que vuelva a amanecer y que el día esté cabal, despierto cuando le toca y dormido cuando le toca.


Dicen que si esto no ocurre la larga noche será definitiva y no habrá más tierra que poseer, tierra que cuidar ni tierra que querer. Dicen que si no despertamos de la pesadilla del engaño que nos vendieron, no habrá ya por qué luchar.


Cuento dicho al concluir un acto callejero de la Otra Campaña ante la Organización de Indígenas y Campesinos de Tuxpan, Jalisco, marzo de 2006

Mito guaraní sobre el origen del lenguaje humano

El verdadero Padre Ñamandú, el Primero, de una pequeña porción de su propia divinidad, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, hizo que se engendrasen llamas y tenue neblina.

Habiéndose erguido (asumido la forma humana), de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora, concibió el origen del lenguaje humano.

Creó nuestro Padre el fundamento del lenguaje humano e hizo que formara parte de su propia divinidad.

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas, creó aquello que sería el fundamento del lenguaje humano (o es el fundamento del futuro lenguaje humano) e hizo el verdadero Primer Padre Ñamandú que formara parte de su propia divinidad.

Habiendo concebido el origen del futuro lenguaje humano, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora concibió el fundamento del amor al prójimo.

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas primigenias, antes de tenerse conocimiento de las cosas y en virtud de su sabiduría creadora del amor al prójimo lo concibió.

Habiendo creado el fundamento del lenguaje humano, habiendo creado una pequeña porción del amor, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora el origen de un solo himno sagrado lo creó en su soledad.

Antes de existir la tierra en medio de las tinieblas originarias, antes de conocerse las cosas, el origen del himno sagrado lo creó en su soledad para sí mismo.

Habiendo creado, en su soledad, el fundamento del lenguaje humano; habiendo creado, en su soledad, una pequeña porción de amor; habiendo creado, en su soledad, un corto himno sagrado, reflexionó profundamente sobre a quién hacer partícipe del fundamento del lenguaje humano; sobre a quién hacer partícipe del pequeño amor al prójimo, sobre a quién hacer partícipe de las series de palabras que componían el himno sagrado.

Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora creó a quienes serían compañeras de su divinidad.

Habiendo reflexionado profundamente, de la sabiduría contenida en su propia divinidad, y en virtud de su sabiduría creadora creó al Ñamandú de corazón grande y valeroso.

Lo creó simultáneamente con el reflejo de su sabiduría (el sol).

Antes de existir la tierra, en medio de las tinieblas originarias, creó al Ñamandú de corazón grande.

Para padre de sus futuros numerosos hijos, para verdadero padre de las almas de sus futuros numerosos hijos creó al Ñamandú de corazón grande.

Fuente: http://www.profesorenlinea.cl/castellano/Mitos_de_America.htm