Ñamandú,
dios supremo de la creación se creó a sí mismo en medio del caos y
las tinieblas. Iluminado por su propio corazón, ya que el sol no
existía, se irguió desde los pies y convirtió sus brazos y manos
en ramas que agitaba el viento.
Una
corona de flores rodeó su cabeza mientras revoloteaba el colibrí,
el pájaro primero.
Después
creó la palabra (ayvú) -lo que confiere a los guaraníes su
condición de elegidos y destinados a la inmortalidad-, entendida
como la expresión de la humanidad como colectividad solidaria, no
como ser individual.
De
sus palabras surgieron luego los dioses, padres de los hombres:
Jakairá, Karaí, Tupá y Ñamandú Py’a Guasú.
Luego
desplegó la tierra y la bóveda celeste a la que sostuvo con cuatro
palmeras pindó azul, al Este, Al Oeste, al Norte y al Sur, y agregó
otra en el centro.
Una
vez concluida esta parte, surge el mundo subterráneo, el terráqueo
y el acuático, así como el día y la noche.
Más
tarde entregó a cada dios creado de su palabra una facultad sobre
las cosas: dio a Tupá el agua y lo fresco, a Karaí el fuego y el
calor, a Jakairá la niebla y el humo, a Ñamandú Py’a Guasú el
coraje.
Al
fin y al ver que ya estaban dadas las condiciones materiales creó a
los seres humanos con parte de la niebla y ordenó a Karaí que les
pusiera algo de fuego en el corazón y a Tupá que les cediera un
poco de frescura.
Luego,
les dio a los hombres sus leyes para que las aprendieran y las
cumplieran.
Cumplida
su tarea, se retiró a descansar.
Basado
en el libro:
Ayvy
Rapyta—León Cadogan
Adaptación
escolar realizada por:
- Virgilio Oscar Benitez (Karai Henchyroã)-Maestro de Lengua y Cultura Guaraní Escuela Intercultural Bilingüe Nº .Mbororé.
- José Javier Rodas-Docente Especialista en Alfabetización Intercultural Escuela Intercultural Bilingüe Nº .Mbororé.
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